Por una Europa más competitiva
Coincidimos en que es necesaria una verdadera reforma de la eurozona sin que ello vaya en detrimento de los derechos de los miembros de la Unión Europea que no forman parte de la moneda común.
La Unión Europea se constituyó al terminar un sangriento conflicto. Décadas más tarde ayudó a consolidar la democracia en nuestro continente y, tras la caída del Muro de Berlín, desempeñó un nuevo papel: unir la Europa occidental y la oriental. Hoy, después de la crisis económica de 2008, su principal objetivo se ha transformado de nuevo. Ambos estamos de acuerdo en que el objetivo hoy es crear puestos de trabajo y promover el crecimiento en toda Europa. Y ello, de manera importante, aprovechando al máximo las oportunidades y el potencial que ofrece el mercado único. De centrarse en garantizar la paz en nuestro continente a impulsar la creación de empleo: el crecimiento debe ser ahora el objetivo principal de la UE.
Hace cinco años nuestras economías estaban al borde del abismo. El Reino Unido había sufrido la mayor recesión entre las principales economías del mundo. En España la continua pérdida de competitividad, la acumulación de desequilibrios y la explosión de una burbuja financiera sumieron a la economía en una crisis sin precedentes. El excesivo endeudamiento y los altos déficits públicos tuvieron duras consecuencias para nuestros ciudadanos, desde Zaragoza hasta Birmingham. Por supuesto, había significativas diferencias en las circunstancias económicas de nuestros países: Reino Unido no forma parte de la eurozona mientras que España es uno de sus miembros fundadores. Pero nuestras economías compartían problemas estructurales, como una deuda excesiva y una baja competitividad que, de no haberse atendido, habrían conducido a la ruina económica a largo plazo.
Ahora, tras decisiones muy difíciles y sacrificios, las cosas han empezado a cambiar. En Reino Unido, una recuperación caracterizada por una importante creación de empleo ha permitido crear más de 1.000 empleos al día. España crecerá en torno a un 3,3% este año, una tasa entre las más elevadas de la eurozona. Y, además, está registrando una creación récord de empleo, con más de medio millón de nuevos puestos de trabajo en el último año.
De todo esto hemos aprendido una clara lección: los países que sanean sus finanzas públicas garantizan la sostenibilidad de su Estado de bienestar, llevan a cabo ambiciosas reformas estructurales e incentivan el empleo, crean mayor número de puestos de trabajo y devuelven la confianza en el futuro. Esta tarea la hemos abordado individualmente, en cada uno de nuestros países; pero los resultados serán mejores si trabajamos conjuntamente para crear una Unión Europea que tenga el crecimiento, el empleo y la innovación como su razón de ser.
La verdad es que la situación en la Unión Europea no es suficientemente buena. Tenemos que hacer que la Unión Europea sea mucho más competitiva y trasladar el impulso de las reformas estructurales nacionales al ámbito de la UE. Queremos centrarnos en cuatro áreas.
Mercado interior
Primero, Europa debe aprovechar el auténtico potencial del mercado interior en nuestros sectores más potentes. Nuestros dos países han marcado el camino, abriendo mercados en sectores que van desde la construcción a las agencias de viaje; pero aún persisten numerosas barreras en el seno de la UE que impiden a las empresas ofrecer sus servicios en todo el territorio. Necesitamos un “pasaporte”, en especial en campos como el de la ingeniería y la contabilidad, que permita que, una vez que se haya recibido la luz verde para hacer negocios en un país europeo, se pueda operar en todos ellos. En el campo de la energía, otros países deberían unirse a nuestra ambición de conectar nuestros mercados energéticos a los del resto de Europa, disminuyendo los costes para las empresas y consumidores y cumpliendo nuestros objetivos en relación con el cambio climático. Nosotros ya sabemos que abrir los mercados funciona. Véanse, por ejemplo, las tarifas aéreas, que han caído un 41% en menos de una década, tras el acuerdo de “cielos abiertos”, que ha abierto oportunidades de viajar al extranjero a un mayor número de personas de toda Europa.
Segundo, la UE no debe quedarse atrás ante los cambios tecnológicos y en los hábitos de consumo. Tanto España como Reino Unido están en la primera línea del crecimiento en el sector digital, pero todavía quedan muchas oportunidades que aprovechar. La UE debería favorecer a las empresas que trabajan online, garantizando la existencia de un sistema simple y ágil para su registro en otro país, para obtener acceso a un dominio de Internet y para pagar los impuestos que correspondan. La UE además debería facilitar que los consumidores puedan comprar online en todo el mercado único, garantizando, por ejemplo, que tengan acceso a sus cuentas de iTunes y Netflix cuando viajan, igual que si se encontraran en casa.
En tercer lugar, tenemos que conseguir que la UE sea un entorno favorable para las empresas y para las start up. Las empresas con menos de cinco años de antigüedad generan casi el 50% de los nuevos empleos en Europa. Por tanto, debemos cuidarlas, facilitando su creación y financiación y evitando un exceso de costes y regulación.
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